Hoy te busqué en mis lomos de cuero
y te hallé ausente y desnuda.
Enterrada boca abajo,
amortajada en un hábito de rabia plena,
esa que se macera en el regusto de la resignación.
Escondida y silenciada.
Hueca en cuerpo e intuida en los márgenes
por arqueólogas modernas.
Hoy te busqué entre colores y formas,
acariciando las paredes con los ojos rojos
de cifrar firmas sin nombre de mujer.
Imaginándote más allá del lienzo
con los pinceles desde el dintel
sin espejo en el que repetirte.
Fundida en negro con los pigmentos ocultos
en el doble fondo de otra vida.
Hoy te busqué entre fórmulas y probetas,
más allá de la bata blanca cuya pulcritud
anuncias entre manos y senos frotados.
Con la mirada perdida entre el logro y
y el traspiés provocado a través del cristal,
caleidoscopio de sueños,
de tu vocación inquebrantable
en la invisibilidad más absoluta.
Hoy te busqué entre páginas y primicias,
anhelando que ganaras la carrera del noticiario.
Que abrieras media hora de talentos con pene
para que las niñas supieran que tener vulva
no es pecado. Que el esfuerzo esférico tiene premio,
o debería tenerlo, sin la visible redondez de los genitales.
Hoy te busqué en las mochilas de mis hijas,
en la tercera del periódico,
entre las tertulias de corbatas.
En la cerámica de las calles,
en el cian de las plazas.
Entre las líneas de mi voto obligado.
Hoy te busqué entre márgenes y cornisas.
Paspartús y cortapisas.
En sucesos, en contactos.
En anuncios, en revistas.
En las aguas del lavadero.
En las cenizas del medievo.
En el suburbio de los laureles.
En el epicentro del agravio.
En la periferia expatriada.
En la fingidamente, ciudadana plena.
Hoy te busqué en las afueras del mundo,
en la humanidad cercenada.
En esa todavía su mitad silenciada.
La mitad silenciada Marina Izquierdo
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